Mutualismo es la relación no permanente ni obligatoria que se crea entre dos especies diferentes y de la que ambas salen beneficiadas.
El Mutualismo, una variedad del anarquismo, se remonta a P.J. Proudhon en Francia y Josiah Warren en los Estados Unidos. Favorece, al grado que sea posible, una aproximación evolucionaria a la creación de una nueva sociedad. Enfatiza la importancia de la actividad pacífica en la construcción de instituciones sociales alternativas en la sociedad existente, y el refuerzo de estas instituciones hasta que finalmente reemplacen el sistema estatista existente. Como dijo Paul Goodman, "Una sociedad libre no puede ser sustituida por un "nuevo orden" que salga del viejo orden; es la extensión de esferas de libre acción hasta que cubren la mayoría de la vida social".
Otros subgrupos anarquistas, y la izquierda libertaria en general, comparten estas ideas. Ya se llame "poder dual" o "contrapoder social," o "contra-economía," las instituciones sociales alternativas son parte de nuestra visión común. Pero son básicas para comprender la evolución de los mutualistas.
Los mutualistas pertenecen a un segmento no colectivista de los anarquistas. Aunque favorecen un control democrático cuando la naturaleza de la producción y otros esfuerzos cooperativos necesitan de la acción colectiva, no favorecen el colectivismo como ideal en sí mismo. No se oponen al dinero o al intercambio. Creen en la propiedad privada mientras esté basada en el uso personal. Favorecen una sociedad en la que todas las relaciones y transacciones sean no coactivas, y esten basadas en la cooperación voluntaria, el libre intercambio o el apoyo mutuo. El "mercado", en el sentido de intercambios de trabajo entre productores, es un concepto profundamente humanizador y liberador. A lo que se oponen es a la concepción convencional de los mercados, idea que ha sido cooptada y corrompida por el capitalismo.
Su visión última es una sociedad en la que la economía este organizada entorno al mercado libre entre productores, y la producción esté llevada por artesanos y campesinos autónomos, pequeñas cooperativas de productores, empresas grandes controladas por los trabajadores y cooperativas de consumidores. Al grado en el que aun existe el trabajo asalariado (que es probable, si no lo suprimimos por la fuerza), la supresión de los privilegios estatistas resultará en que el salario natural del trabajador, como Benjamin Tucker dijo, será su producto completo.
Debido a nuestra aficción a los mercados libres, los mutualistas a veces se enfrentan a aquellos afines al colectivismo, o a aquellos para los que "pequeño burgués" es un insulto. Pero son nuestras tendencias pequeño burguesas las que nos ponen en la via de la tradición populista/radical norteamericana, y nos hace relevantes a las necesidades del norteamericano trabajador medio. La mayoria de la gente desconfía de las organizaciones burocráticas que controlan sus comunidades y vidas obreras y quieren más control sobre las decisiones que los afectan. Están abiertas a la posibilidad de las alternativas descentralistas de abajo a arriba al sistema actual. Pero no quieren una América rehecha a imagen de un sindicalismo ortodoxo, tipo CNT.
El Mutualismo no es "reformista", como muchos anarquistas militantes lo califican peyorativamente. Tampoco es necesariamente pacifista, aunque muchos mutualistas son verdaderos pacifistas. La definición correcta del reformismo debería recaer, no en los medios que utilicemos para construir la nueva sociedad o en la velocidad con que nos movamos, sino en la naturaleza de nuestra meta final. Una persona que se conforma con una versión del capitalismo o del estatismo más amable, más humana es reformista. Una persona que busca eliminar el capitalismo estatal y reemplazarlo por algo totalmente diferente, sin importar lo gradual que sea, no es reformista.
La "acción pacífica" simplemente significa no provocar deliberadamente la represión del estado, sino hacer lo que sea posible (en palabras del eslogan Wobbly) para "construir la nueva sociedad en la cáscara de la vieja" antes que intentar romper la cáscara. No hay nada malo con resistir al estado si trata, mediante represión, contrarrestar nuestro progreso en construir las instituciones de la nueva sociedad. Pero la acció revolucionaria debería tener dos criterios: 1) debería tener un fuerte apoyo popular; y 2) no debería tener lugar hasta llegado el punto en el que la construcción pacífica de la nueva sociedad haya llegado a sus límites en la sociedad existente.
Kevin Carson.
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